Nuestra ofrenda es un mosaico,
una mesa de cocina abierta
sobre manteles de encaje
con flores e ingredientes
buscados paso a paso.
Nuestra ofrenda está en la casa,
hecha de memorias circulares
de geometrías de sabor, color y aroma.
Para caminar con la mirada,
para degustar a cada paso
remontando los recuerdos,
para celebrar con el eco antiguo del metate,
ofrendas cocinadas a la luz de nuestros duelos
sazonando ingredientes que nos sanen
que nos curen tanta ausencia
tanto adiós no consumado.
Nuestra ofrenda es el recuerdo inagotable
de nuestros deudos sin nombre
no podemos escribirlos uno a uno
pero sabemos de sus gustos,
sabemos que era mole,
eran tamales y pozole
ahí estaba el chocolate
y ese dulce de la abuela
sus sabores nos llegan con canciones a la mente
nos los traen con humos y
perfumes de incienso y ceras escamadas
recordarlos al calor de la cocina,
nos trae su huella inconfundible.
Les trajimos un tzompantli
no cupieron todas porque no terminan de contarse
cada calavera germinó con lágrimas,
floreció de cempasúchil y rosales
fue acariciada con pinceles,
se mezcló con color, agua y azúcar,
sin terminar de dedicarlas
sin su nombre, ni su paradero,
cada una sube los peldaños dignamente
hermanadas en su búsqueda
y en su recuerdo interminable y necesario.
Betsabeé Romero, 2018
4 composiciones hechas con los platillos principales de las ofrendas de Día de Muertos:
1) Tamales
2) Pozole
3) Mole
4) Dulce de calabaza
Mosaicos simétricos, circulares de cada platillo con sus bebidas y objetos regionales: vajilla, velas escamadas, calaveras de azucar, panes de muerto, alfeñiques e incensarios.
Impresión fotográfica sobre material adherible